En la actualidad, la neurociencia continúa investigando cómo nuestro cuerpo impacta en nuestra mente. La pregunta es: ¿somos conscientes de nuestra postura corporal? Por lo general, no. No nos damos cuenta de cómo transitamos el día; si nos detenemos un instante y nos observamos, descubriremos que solemos estar, por ejemplo, con el ceño fruncido. Ese solo gesto ya está enviando señales a nuestro cerebro, delatando un estado emocional negativo.
Si comenzamos por suavizar la musculatura de la cara, aunque no lo creamos podemos impactar de manera positiva en nuestro sentir. Si pacificáramos los gestos faciales, suavizando la musculatura alrededor de los ojos y relajando el rostro en su totalidad, enviaríamos señales al cerebro que ayudarían a mejorar nuestro estado emocional.
Muchas veces atravesamos momentos difíciles experimentando emociones como angustia, enojo, ansiedad, desgano, tristeza, sin saber cómo salir. Es momento, entonces, de prestar más atención a nuestro cuerpo, ya que es la puerta de entrada a nuestra mente.
Tenemos que incorporar la corrección de la postura corporal como un hábito saludable más. Unos pocos minutos de atención pueden hacer la diferencia. El cerebro necesita recibir información de nuestro cuerpo, por eso es importante la postura corporal que adoptemos. Esto, luego, se verá reflejado en los procesos de memoria y en la gestión de las emociones, entre otros beneficios. Es tan importante como también lo es la manera en que respiramos.
Ahora bien:¿somos conscientes de cómo respiramos? Porque la manera de respirar influye también en forma directa en nuestro estado mental y emocional. Tomar consciencia de cómo respiramos es también un hábito tan saludable como poco practicado. Cuando respiramos, activamos zonas del cerebro que se encargan de la cognición y de las emociones. Cuando la respiración es voluntaria (controlada) se activa la corteza prefrontal, los córtices temporales (con influencia en las emociones, aprendizaje y memoria) y la ínsula. Entonces, atendiendo voluntariamente a la respiración podemos ganar en regulación emocional, atención y memoria. Tres tesoros que la rutina de hoy pone en jaque con facilidad.
Todo es hábito: atención corporal y respiración.
El objetivo es incorporar estas costumbres en lo cotidiano. Se trata de un entrenamiento atencional, es decir, entreno la atención. Si “me doy cuenta” de que estoy encorvado, o de que tengo el ceño fruncido, puedo tomar consciencia de la postura corporal y así tengo la posibilidad de modificar las incomodidades, para experimentar un sentir más tranquilo y relajado. Si estoy respirando de manera fragmentada o rápida, puedo advertirlo y modificarlo. Inhalar y exhalar conscientemente, es la manera correcta y es el camino más corto hacia la calma. Esto explica la importancia de incorporar el cuerpo y la respiración en la terapia psicológica, como un complemento de regulación emocional, ya que contribuye significativamente a la recuperación de estados de alteración de la salud mental.
Esta nueva mirada teórica, conocida como mente corporeizada, propone combinar terapias psicológicas con prácticas corporales como Yoga terapéutico y Mindfulness, mis preferidas. Las elijo como profesional en el consultorio, pero también en mi vida personal de todos los días.
En realidad, nada de esto es nuevo. Como decía Antonio Damacio: “El cuerpo sabe lo que la mente aún no se ha dado cuenta”. El cerebro interpreta la postura corporal para intuir el estado mental.
Aprender a mirarnos, no solo al espejo.
Todos podemos aprender a tomar consciencia de nuestra postura corporal y de nuestra forma de respirar. El paso fundamental es observarnos.
Te propongo tomarte unos minutos al día y ver de manera ecuánime cómo está tu cuerpo y como respirás. No se necesita nada en especial; podés hacerlo mientras estás trabajando, cocinando, estudiando, caminando, en cualquier momento. Es una pausa que te permitirá advertir cómo está tu postura corporal, modificarla si lo necesitas para aspirar a una mayor comodidad y acompañarla con una inhalación suave y sentida por la nariz y una exhalación lenta, sin apuro, por la boca. Esto lo hago una y otra vez y luego vuelvo al ritmo natural de la respiración. Hay que repetirlo con confianza y animarse a sentir. Seguramente los beneficios no tardarán en llegar.
Entrenar ese “darse cuenta” implica que se active el poder preguntarme: “¿Cómo estoy respirando?”, “¿cómo está mi postura corporal?”, “¿me estoy poniendo impaciente?”, “¿me estoy cansando?”. Así, aprendo a discernir mis estados mentales y corporales.
Apenas termines de leerme, hacé la prueba. Se trata de una práctica de autocuidado simple y rápida. Una vez que aprendas a familiarizarte con tus estados mentales y físicos, podrás salir de la incomodidad y contribuir a tu propio bienestar general.
Lic. En Psicología: Claudia Liendo
M.P: 1581
IG: Claudialiendo7
Fb: Claudia Liendo
www.claudialiendo.com.ar



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